Lucifer: vivo y coleando

Norberto Rivera Carrera, ex candidato al papado y eternamente polémico cardenal mexicano, quien fue demandado por la Corte Suprema californiana por negligencia, conspiración civil y daños emocionales intencionales —entre otros nueve cargos— por su apoyo y protección al cura pederasta Nicolás Aguilar Rivera,* inauguró el IV Congreso Nacional de Exorcistas y Auxiliares de Liberación 2009 que se llevó a cabo a puerta cerrada en el Episcopado Mexicano en Lago de Guadalupe del 13 al 17 de este mes. Rivera Carrera afirmó que “desde el origen del universo y a través de toda la historia humana se extiende una dura batalla contra ‘los poderes de las tinieblas’ que durará hasta el último día”.
Pero no todos los males son obra de “los poderes de las tinieblas”. “Sólo el exorcista con la debida licencia puede verificar la verdadera posesión diabólica. Es un proceso difícil en el que se deben descartar causas naturales”, puntualizan algunos decretos de la Iglesia Católica que al menos en lo que se refiere al protocolo del Vaticano no se apresura en diagnosticar a todo esquizofrénico, epiléptico, travestido, trasnochado, cocainómano o gay como un poseído por Lucifer, e intenta imponer un cierto rigor metódico en la práctica del exorcismo; no por una cuestión políticamente correcta ni mucho menos, sino más bien para evitar cualquier parecido con el paganismo lúdico e “irresponsable” de las religiones menos estructuradas, por no decir irrelevantes. “Cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del maligno y sustraída a su dominio, se habla de exorcismo. Jesús lo practicó (cf. Mc 1:25s); de Él tiene la Iglesia el poder y el oficio de exorcizar (cf. Mc 3:15; 6:7.13; 16:17). En forma simple, el exorcismo tiene lugar en la celebración del bautismo. El exorcismo solemne sólo puede ser practicado por un sacerdote y con el permiso del obispo. En estos casos es preciso proceder con prudencia, observando estrictamente las reglas establecidas por la Iglesia. El exorcismo intenta expulsar a los demonios o liberar del dominio demoníaco gracias a la autoridad espiritual que Jesús ha confiado a su Iglesia”, señala el catecismo número 1673.
Para comprobar una posesión o una Infestatio y así poder llevar a cabo un exorcismo bajo el visto bueno del obispo, el poseído en turno tiene que mostrar los siguientes síntomas: hablar o comprender una lengua desconocida de manera espontánea (glosolalia); predecir el futuro y adivinar secretos aparentemente ocultos(videncia); mostrar una fuerza sobrehumana o físicamente inexplicable (psicoquinesia); levitar; reaccionar con brotes coléricos y blasfemias punzantes ante la presencia de cualquier signo religioso (¿Quién no ha padecido este síntoma?).

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Un claro ejemplo de esta disputa entre el escepticismo diplomático y la superstición oficial es el de Anneliese Michel —en quien se basó el personaje de la protagonista del largometraje El exorcismo de Emily Rose (2005). A pesar de la insistencia del pastor Ernst Alt, la Iglesia se había negado en tratar el caso de Michel como el de una Infestatio, aconsejando a la familia que siguiera el tratamiento médico e insistiendo en que la clave de su salvación estaba en una vida aún más apegada a la fe. La joven alemana originaria de Leibfling había sido diagnosticada con epilepsia del Grand Mal. Pero los medicamentos no parecían surtir efecto en la afligida adolescente y los ataques cada vez se manifestaban con mayor frecuencia y se tornaban más violentos. Ahora bien, con el propósito de entender las asociaciones inmediatas que se hicieron entre los síntomas físicos de Anneliese y una posible intervención diabólica, vale la pena añadirle a esta ecuación el hecho de que los padres de Anneliese eran católicos devotos y víctimas de un acentuado marco supersticioso. La turbulenta Michel experimentó en carne propia los estragos que suelen producirse cuando las limitaciones de la ciencia y el determinismo religioso se ven cara a cara. Sus padres le atribuían connotaciones religiosas a los achaques y delirios de su hija, alimentando un círculo vicioso interminable en donde el pastor Alt quedó atrapado debido a la naturaleza de su vocación. Según las descripciones del aturdido pastor, la muchacha se identificaba con los nombres de Judas Iscariote, Caín, Lucifer, Nerón y Adolf Hitler. Además, afirmaba Alt, el carácter de Annaliese se alimentaba de ira cuando se la exponía ante objetos religiosos, los cuales destruía para luego dirigir su cólera hacia sus familiares a quienes golpeaba y maldecía. Ante las observaciones de Ernst Alt, el obispo de Wurzburgo se vio sin más remedio que ordenar un exorcismo en 1975 llevado a cabo por el mismo Alt junto con el padre Arnold Renz, quienes dedicaron largas sesiones de exorcismo que se alargaron hasta julio de 1976. “Tengo miedo”, fueron las últimas palabras que la exhausta y famélica Michel —cuyas rodillas quedaron destrozadas debido a las 600 genuflexiones que se veía obligada a hacer durante las sesiones de exorcismo— dirigió a su madre antes de caer inconsciente y morir debido a la inanición y una neumonía aguda para formar parte de una larga lista de víctimas directas de la superstición y el dogma.
“La principal victoria del demonio es la de hacernos creer que no existe”, decía Gabriele Amorth, descuidando algunas palabras del conocido aforismo de Baudelaire que, a su vez, fue pronunciado en la pantalla grande por Keyser Söze Sospechosos comunes. En materia de exorcismo, no hay mayor autoridad que el padre Gabriele Amorth, encargado de representar a la Iglesia Católica Apostólica Romana, quien según su libro Un exorcista cuenta su historia, ha llevado a cabo más de 70 mil exorcismos. Amorth es conocido, entre otras cosas, por sus declaraciones en el año 2002 cuando denunció que “el diablo estaba detrás de Harry Potter, seduciendo a los niños hacia aventuras supernaturales”, acaparando de esta forma la atención de los medios de comunicación alrededor del mundo. “Las guerras, en la gran mayoría de los casos, son causadas por el diablo; seguramente Hitler y Stalin estaban consagrados con Satanás. Prefiero no mencionar a personas que estén con vida”, confesó en una entrevista hecha por Melinda Henneberger para The New York Times. “Últimamente, la Iglesia Católica está muy callada en lo que se refiere al diablo. Casi no oyes hablar de él. Mientras tanto, la jerarquía está ocupada tratando de atar las manos de los exorcistas con reglas modernas. Estoy en malas relaciones con algunos cardenales debido a su ignorancia respecto de este problema”, señaló en la misma entrevista añadiendo que en el año 2000 la Iglesia había formulado un nuevo decreto, completamente inservible para el exorcismo, según él. Amorth se refiere al nuevo ritual de exorcismo ideado por Juan Pablo II —quien realizó tres exorcismos durante su cadencia— que reemplazó al decretado en 1614. “No podemos maldecir, no podemos hablar con el diablo y sólo podemos llevar a cabo un exorcismo cuando la posesión está confirmada, lo que no puede funcionar dado que el exorcismo en sí es un diagnóstico. Un exorcismo innecesario no le ha hecho daño a nadie”, aseguró ante Henneberger. “Para una verdadera lección, la jerarquía quizá podría echarle un ojo a la película de terror de 1973. Estoy muy agradecido con El Exorcista porque han puesto en evidencia lo que hacemos”, concluyó Gabriele Amorth ante el diario neoyorquino refiriéndose a la adaptación cinematográfica de la novela de W.P. Blatty, quien, a su vez, se basó en un caso verídico llamado Robbie Mannheim, un adolescente de Washington, D.C., cuya supuesta posesión trascendió de lo mundano hasta llegar a figurar en las páginas del Washington Post —a finales de los años cuarenta— de donde el entonces joven William Blatty sacó los blue prints de una novela que logró quitarle el sueño a las mentes más escépticas de los setenta.
La Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría y sus secuelas inmediatas (la guerra de Corea, el conflicto israelí-palestino, la intervención estadounidense en Vietnam, la invasión rusa a Afganistán), la masacre en Argelia, el genocidio en Ruanda, las dictaduras latinoamericanas, los ataques del 11 de septiembre, los consiguientes ocho años de George w. Bush y aún existen aquellos quienes continúan poniendo en duda el hecho de que el verdadero mal que ha azotado a la humanidad no está en otra parte que en el hombre mismo. El IV Congreso Nacional de Exorcistas y Auxiliares de Liberación convocado por Norberto Rivera Carrera es una muestra de que el diablo —lejos de bajar su perfil para esconderse detrás de un anonimato premeditado— conserva una vigencia inexorable y que se mantendrá así hasta el final de los tiempos. Hablando del diablo, ¿alguien ha visto a Nicolás Aguilar Rivera?

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• “Ustedes olvidarán pronto lo que les hizo el padre Nicolás Aguilar Rivera. Al rato, ya ni se acordarán. Deben saber perdonarlo. El padre es un hombre enfermo”, fueron las palabras que escogió el cardenal mexicano en noviembre de 2006 para exculpar al pederasta y para disuadir a sus víctimas de una denuncia ante las autoridades.

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